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Melaza y compost: cómo potenciar la actividad microbiana y acelerar la maduración

En el compostaje bien hecho, lo que realmente transforma la materia orgánica en humus estable no es el tiempo ni el calor: es la microbiología. Bacterias, hongos, actinomicetos, levaduras y en menor medida arqueas, son los verdaderos protagonistas de la descomposición aeróbica.

Ahora bien, ¿qué pasa si a ese sistema le damos un alimento energético de rápida asimilación? Exacto: multiplicamos la actividad microbiana y con ella, la velocidad y calidad del proceso. Esa es la función de la melaza en el compost.

Activación microbiana: el verdadero motor del compost

Cuando incorporamos melaza diluida en agua sobre un compost bien balanceado, lo que hacemos es elevar el metabolismo microbiano de forma controlada. La melaza es rica en monosacáridos y disacáridos (glucosa, fructosa, sacarosa), fácilmente metabolizables por bacterias mesófilas y termófilas.

Esto genera varios efectos encadenados:

  • Aumento de temperatura en menos de 24 h: por activación exógena de la respiración microbiana aeróbica, que libera CO₂ y calor.
  • Aceleración de la fase termofílica: las bacterias termófilas como Bacillus subtilis, Thermus aquaticus o Clostridium thermocellum se ven estimuladas y toman control del proceso.
  • Mayor tasa de mineralización del nitrógeno: las bacterias inmovilizan nitrógeno durante la fase activa, pero al recibir una fuente de carbono como la melaza, pueden usarlo eficientemente sin generar pérdidas por volatilización.
  • Reducción de olores por desplazamiento de anaerobios: el aumento de actividad aeróbica compite directamente con microorganismos anaerobios responsables de malos olores (clostridios, fermentadores pútridos).

Fermentación controlada vs. putrefacción

El error más común en compostaje es confundir descomposición con pudrición. Cuando la materia orgánica no tiene suficiente oxígeno, o cuando se aplica un exceso de residuos ricos en nitrógeno (estiércol fresco, restos de cocina), el proceso se vuelve anaeróbico. Es ahí donde aparece el olor a amoníaco o ácido butírico.

La melaza, aplicada en dosis correctas y bajo condiciones aeróbicas, fomenta una fermentación controlada, donde predominan lactobacilos, levaduras beneficiosas y bacterias oxidativas. Es una técnica común en compost tipo bokashi, pero también muy útil en compost aeróbico tradicional.

Melaza y estructura del compost: más que microbios

Uno de los efectos menos conocidos de la melaza es su impacto en la agregación de partículas y mejora de la estructura física del compost.

Durante la actividad bacteriana elevada, se producen exopolisacáridos que actúan como agentes aglomerantes. Esto mejora la porosidad, la retención de agua y la estabilidad del humus final.

Además, el contenido de micronutrientes de la melaza (como hierro, manganeso y zinc) favorece el desarrollo de microfauna útil (nematodos, colémbolos, ácaros benéficos), que también contribuyen a la fragmentación y maduración del material compostado.

Compost potenciado con melaza de caña de POBALLE
Compost potenciado con melaza de caña de POBALLE

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